Los becerros de Valpuesta

El célebre primer vagido de la lengua española fue entonado a múltiples voces. De León a Silos, a San Millán, a Cardeña, Oña y Valpuesta, ya no se trata exclusivamente de la humilde oración que conmovía a Dámaso Alonso refiriéndose a las Glosas Emilianenses, sino también de otros usos, no menos espirituales: La Nodicia de Kesos, un listado del gasto de quesos escrito por un monje en La Rozuela, junto a León, el año 975, está escrita en algo que difícilmente puede llamarse ya latín.

Ahora, Los Becerros Gótico y Galicano de Valpuesta, en una edición crítica publicada por la Real Academia Española y el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, empujan hacia atrás las fechas del nacimiento del castellano.

Del castellano escrito, naturalmente. Porque el castellano hablado, que es donde en verdad nace y se transforma la lengua, llevaba ya mucho tiempo sirviendo a los usos de las gentes. Pero al no haber forma de probar el uso hablado de la lengua en su tiempo, hay que recurrir al rastro escrito en los documentos de los Monasterios. Ello desvela la contradicción implícita al hablar del nacimiento de una lengua sobre la base de su testimonio escrito, pues los monasterios donde se escribían esas primeras palabras eran precisamente el baluarte del latín y transparentaban el romance naciente ante la impotencia de dar cuenta del lenguaje que la gente ya estaba hablando en su vida diaria.

Valpuesta se halla en la comarca de las Merindades, al norte de la provincia de Burgos (a 90 km. de Burgos, 65 de Vitoria) y vecina  al Valle de Valdegovía en Álava. Aunque fue sede episcopal entre mediados del siglo IX y el año 1087, es hoy, casi como en la Edad Media, un pequeño pueblo de apenas una treintena de casas, torre fuerte, casa palaciega y una hermosa colegiata y claustro de gran presencia y plenos de sabor con su interior aún sin restaurar, lo que quizás será para algunos un incentivo para visitarlos con urgencia.

Los Becerros Gótico y Galicano de Valpuesta reúnen 187 documentos que van del año 864 al 1190 y en ellos se manifiestan fenómenos fonéticos, morfosintácticos y léxico-semánticos propios del paso del latín al romance castellano, como la desaparición de la declinación latina en beneficio de las preposiciones, la aparición del artículo y el uso de la conjunción que, rasgos todos ellos que los hacen fundamentales para conocer la etapa de los orígenes del castellano.

Se los había llamado hasta ahora Cartularios, (o Becerros, que es el nombre usado en Castilla) aunque estos son propiamente códices donde se copian sistemáticamente documentos de archivo para facilitar su uso o para conservar los originales. El Gótico de Valpuesta en cambio agrupa sin más (formando cuadernillos y presentándolos como un todo unitario) los pergaminos que hacia finales del S. XII estaban dispersos por el archivo del monasterio sin preocuparse de la diversidad de su origen, carácter, cronología, tamaño, tipo de escritura e incluso sin distinguir entre originales y copias. Gracias a ello han sobrevivido estos documentos excepcionales. Los Becerros de Valpuesta eran ampliamente conocidos por los eruditos gracias a diversas ediciones como la del francés Barrau-Dihigo en 1900 y la de Ruiz de Loizaga en 1995, entre otras.

La explicación del retraso para que haya llegado a hacerse una estudio completo, minucioso y multidisciplinar de estos textos parece estar en su complejidad, el carácter poco ortodoxo del conjunto y en la certeza de que entre ellos había alguno (tres, en realidad) cuya factura auténtica es posterior a la fecha que dice el documento. Pero, por provenir de una fecha tan temprana y de un emplazamiento  clave debido a que Valpuesta está en el núcleo original de Castilla la Vieja y en contacto con el País Vasco, ya desde hacía tiempo los estudiosos conocían la gran importancia de estos textos para entender lo que se conoce como el período de Orígenes del castellano, que va desde las últimas pizarras visigóticas y los documentos de Valpuesta hasta el primer documento oficial de las cancillerías de León y de Castilla escrito en romance en 1206 y llamado Paces de Cabreros.

Ahora, el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua ha encargado a unos investigadores excepcionales, José M. Ruiz Asencio, Irene Ruiz Albi y Mauricio Herrero, una edición paleográfica preparada para filólogos, lo que constituye una novedad en la edición de documentos. El cambio que supone esta nueva edición en relación a las anteriores es, en palabras de José Antonio Pascual, vicedirector de de la Real Academia Española, “revolucionario”. El quehacer de los paleógrafos es la base del trabajo sobre nuestro pasado escrito y su función es sentar las bases para la interpretación de los textos por parte de filólogos e historiadores.

La edición crítica que estos investigadores han realizado no puede ser calificada sino de definitiva. Los estudios codicológico, paleográfico y diplomático han despejado todas las dudas sobre el carácter de cada documento, su datación, e incluso sobre qué escribano de un total de 34 distintos intervino en cada uno de ellos. Al ordenar los documentos topográficamente, los investigadores han concluido que los 8 cuadernillos que constituyen el núcleo principal son documentos de pago al Atrio de Valpuesta por servicios funerarios. Personas que querían enterrarse allí y pagaban su entierro. No se trata siempre de documentos, sino de una simple anotación o registro con los nombres de quien va ser enterrado y de lo que sus parientes dan al monasterio como limosna o pago.

Los Becerros de Valpuesta han sido publicados en dos volúmenes. El primero contiene el estudio, la transcripción, los cuadros de correspondencias y los índices. El segundo contiene la reproducción fotográfica de cada una de las páginas de los pergaminos originales, depositados en el Archivo Histórico Nacional. No es un libro de lujo, pero tiene un texto muy depurado y excelente diseño, tipografía y papel. Se ha hecho una edición de 2.500 ejemplares y se puede afirmar que este libro seguirá teniendo actualidad dentro de 20 años y ejercerá  una gran influencia, pues será leído por gente que crea opinión.

ARTÍCULO PUBLICADO POR Prudencio Irazabal EN LA REVISTA DIGITAL fronterad

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