El misterioso Puente del Cubo

Mónica GarcíaGanador del III Certamen de Relatos AC Amigos de Valpuesta; Autora: Mónica García.

Era un sábado de verano, por lo tanto verbena asegurada en un pueblo cercano a Valpuesta; ese día nos reunimos todas mis amigas y yo antes de la cena para planificar qué decir a cada uno de nuestros padres quien nos llevaría a la verbena, ya que la mayor parte de las veces eran siempre los mismos y ese día decidimos ir andando para no tener que recurrir a ninguno de ellos. Unas dirían que iban con el padre de una y otras con el de la otra, no tenían porque enterarse, vamos, así lo hacíamos casi siempre y nunca sucedió nada.

Entonces tuvimos  que ir andando, como siempre corriendo hasta pasar la última casa que era donde ya no había luz ya que entre otras cosas, en aquellos años, no había alumbrado en las calles de Valpuesta, sólo la que cada casa tuviese instalada en su fachada.
Después  nos cogimos todas  de las manos y nos fuimos colocando en los extremos dependiendo del miedo que tuviese cada una. Más al extremo, menos miedo.

Comenzaron las canciones de siempre (Buscando en el baúl de los recuerdos..entre otras) y cuando estábamos llegando al puente del cubo se hizo el silencio..los chicos siempre iban por delante, y siempre había un graciosillo que se escondía en el puente, pero este día no sucedió tal cosa.. oímos unos ruidos y el chasquido de las ramas de los árboles, no era lo normal, siempre eran ellos los que salían al encuentro asustándonos, pero ese día no hubo nadie, sólo oímos o creímos oír la voz de una mujer, bueno eso es lo que nos pareció, no dimos más tiempo a nuestra imaginación, al momento nos pusimos todas a correr.

Pasado el susto, seguimos con lo nuestro, pensando que habían sido ellos y que se habían quedado e iban por detrás.Por fin llegamos al pueblo en fiestas y como siempre nos pusimos a bailar sin parar, la mayoría de las veces éramos las primeras que nos poníamos en frente del quiosco de los músicos, nos gustaba estar en primera fila para verles mejor y pedir nuestras canciones preferidas.

Cuando llegó la hora del descanso nos acercamos a las txoznas a reponer fuerzas, estábamos sedientas, y a charlar con la gente de otros pueblos, bueno, y a ver si veíamos a los chicos que nos gustaban en aquella época…alguna tuvo suerte y se puso  a hablar con el que le gustaba; nosotras la dejábamos sola, nos separamos de ella para que pudiese tener intimidad y quedábamos con ella al final de la fiesta para volver todas juntas, esto era la costumbre.

Una vez de vuelta a la plaza del pueblo nos encontramos con los del pueblo, la mayoría hermanos de algunas de nosotras, y les echamos en cara el susto pasado en el Puente del Cubo, ellos comenzaron a decir:

  • Estas enanas, así es como nos llamaban, estáis paranoicas, hemos llegado una hora antes que vosotras, siempre estáis con lo mismo a ver si espabiláis de una vez y dejáis de ser tan miedícas.

Ese día la plaza del pueblo estaba llena de gente joven, todavía quedaba algo más de la mitad del verano y además disfrutábamos de una de esas pocas noches que no hacia falta ponerse la chaqueta, cosa extraña en el Valle de Valdegobía  que sólo se libran en el verano 2 noches y el resto son muy frescas.

Aún recuerdo a una anciana, en uno de los callejones a los que íbamos cuando nuestra vejiga ya no aguantaba más, de facciones más bien finas, pero de rostro cansado y ya de una edad que vestía una bata azul turquesa, descalza, pies sucios como el hollín, y esto último fue lo que más nos extraño. Lo primero que pensamos, es que vivía en la casa de la esquina; y que estaría harta de toda la juventud ya que lo dejábamos todo sucio allí por donde pasábamos y que nos iba a decir unas cuantas palabras, pero no, al pasar por su lado, nos miramos, algo en ella no estaba bien, no podemos decir exactamente qué, pero todas opinamos lo mismo.

Al día siguiente como cada Domingo después de una verbena, nos tumbamos todos, chicos y chicas unos encima de otros, en la plaza de Valpuesta que antes estaba rebosante de hierba  y nos pusimos a contar las hazañas de unos y otros en la verbena y a reírnos, era nuestro ritual de los domingos y muchas veces lo mejor del verano.

Ese día hablamos de la misteriosa voz  en el Puente del Cubo y de aquella señora extraña en aquel callejón.

No tenían por qué tener ninguna relación entre sí los dos sucesos de aquella noche, pero nosotras así lo quisimos creer, sabíamos que había una historia de miedo en relación al puente, por eso teníamos pánico al pasar por él, pero nunca llegamos a saber cual era, así que desde entonces esa es nuestra historia y siempre que pasamos por el Puente del Cubo recordamos a la señora de la bata azul turquesa.

Y, pasados unos años, me encuentro delante del famoso y enigmático puente, sin quererlo, vuelvo a pensar en aquella señora. Esta vez voy sola, pero no por ello me encuentro más tranquila o más nerviosa, simplemente  centro mis pensamientos en seguir hacía delante; pasar de largo y dejar atrás la historia que tantas horas y horas amenizaron mi pasado veraniego; pero cuando me disponía a dejar atrás el puente , un gélido escalofrío me hace retroceder y pensar en todas las historias de terror que los mayores nos contaban a los mas pequeños en las noches de verano; siempre  me imaginaba ver a una anciana ataviada de azul y con una gran sonrisa socarrona que venía  a decir algo así como: – tener cuidado aquí, nunca os confíes o tendréis problemas…

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