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La localidad burgalesa de Valpuesta, situada en el Valle de Valdegovía, se ha convertido desde hace una década en uno de las localidades más visitadas de toda la provincia burgalesa. Con apenas siete habitantes censados, este pequeño enclave rodeado de tierras alavesas ha sabido hacerse un hueco en la Historia hasta escribir con letra grande y legible una frase: “Valpuesta, cuna del castellano”.
El tiempo y los estudios han dado la razón a quienes desde hace décadas defienden que fue aquí donde comenzaron a escribirse en el siglo IX las primeras palabras en lengua romance, dejando el latín reservado para los conventos y los monasterios de la época, y robando un poco, o todo el protagonismo a las glosas emilianenses de San Millán de la Cogolla (La Rioja).
La publicación del libro ‘Los Becerros Gótico y Galicano de Valpuesta’, coeditado por el Instituto de la Lengua y la Real Academia Española, en colaboración con la Junta de Castilla y León y la Diputación de Burgos es, en buena parte, culpable de que los vecinos de Valpuesta comiencen a pensar en un futuro más “optimista”, al poder reconocer que las primeras palabras en castellano se balbucearon en su pueblo. El director del Instituto de la Lengua, Gonzalo Santonja, reconoció en declaraciones a la Agencia Ical, que “es obvio que el castellano naciera en Castilla la Vieja, porque sino se hubiera pasado a llamar de otro modo”.
El monasterio de Santa María de Valpuesta, donde se encontraron los famosos cartularios, sigue conservando la esencia que tuvo en el siglo IX, cuando el municipio burgalés se convirtió en la primera sede episcopal del reino astur en su zona oriental durante la Reconquista. Los siglos disminuyeron la categoría monacal hasta convertir a este enclave, heredero del arte gótico, en un espacio olvidado al que sólo acudían los fieles del municipio y algunas palomas que se cobijaban entre las ruinas.
“Hace 20 años esto daba una pena tremenda”, comenta Carmen Mijangos, vecina de Valpuesta y encargada desde hace 15 años de abrir las puestas el monasterio a cuantos turistas y curiosos pasan por allí.
Ella ha sido testigo de los arreglos y del compromiso que la Junta de Castilla y León viene desarrollando con el templo, para devolverle la cara y el ánimo que tuvo en otros tiempos.
La cerradura y la llave de la puerta por la que se accede hasta la iglesia y el claustro dan cuenta de la importancia que tuvo antaño. Quien consigue flanquear la distancia que separa la calle de la parte central de la colegiata llega a ser testigo, no sólo del paso del tiempo, sino de la importancia que conlleva el adentrarse en un lugar en el que por primera vez se trasladaron a papel las palabras que se oían en la calle. “El castellano se hablaba en la calle mucho antes de que se escribiese. Hay que tener en cuenta que en aquella época sólo sabían escribir los clérigos y que éstos seguían utilizando el latín como lengua. Sin embargo, los cartularios dan cuenta de que también los monjes iban poco a poco adaptando y asimilando las voces que ya hablaba todo el mundo”, explicó Santonja.
Siete años de trabajo de paleógrafos, filólogos e historiadores han permitido desentrañar todos y cada uno de los caracteres de las 34 manos que intervinieron en la escritura de los Cartularios de Valpuesta, en los que se incluyen manuscritos del siglo noveno rubricados en letra gótica y galicana.
Santonja reconoció que cuando comenzaron a trabajar en el libro, que se presentará el próximo martes 16 de noviembre en la sede de la RAE, “se plantearon muchas preguntas”, aunque reconoce que el trabajo que ha dirigido el catedrático de la Universidad de Valladolid José María Ruiz Asencio “ha permitido crear una metodología de trabajo con la que se podrán estudiar documentos encontrados en otros monasterios como el de San Pedro de Cardeña (Burgos), que permitirán confirmar que el castellano se extendió en la misma época en muchos territorios de Castilla la Vieja”.
Ajeno y contrario al inicio de posibles rivalidades entre La Rioja y Castilla y León, Santonja aclaró que “en la actualidad es necesario entender que las fronteras que ahora conocemos no son las mismas que había en la época medieval. El castellano nació en lo que era Castilla la Vieja, y de ese territorio formaban parte tanto Castilla y León como la Rioja”, sentenció.
Pese a que el director del Instituto de la Lengua prefiere no entrar en polémica, los vecinos de Valpuesta reclaman la atención que merece el hecho de que en su municipio hayan aparecido vestigios del castellano anteriores a los de San Millán de la Cogolla. “Los de San Millán vienen por aquí disgustados”, señaló un vecino guipuzcoano que regenta desde hace un mes un restaurante que con el tiempo se convertirá en una posada y casa rural. La emoción es más que palpable en este territorio de Las Merindades, que para algunos tiene más conexión con el País Vasco que con la provincia de Burgos. Sin embargo, una idea común invade las mentes de los valpostanos, la misma que dice que “los trenes solo pasan una vez y hay que aprovecharlos”.
El presidente de la Fundación Valpuesta y diputado provincial, Borja Suárez, es consciente de que la presentación del libro traerá pareja la realización de un deseo por el que llevan luchando desde hace tres años: “Que se incluya a Valpuesta en la lista de municipios del origen del castellano para que aquí se hagan congresos y seminarios como los que se realizan en Salamanca, Alcalá de Henares y otras ciudades”.
Este fue uno de los motivos por los que, con el apoyo de la Diputación de Burgos, se constituyó en marzo de 2010 una fundación que ayudará económicamente al mantenimiento y restauración del entorno de Valpuesta, con la creación de un centro de interpretación del origen del castellano y otro de recepción de visitantes, según explicó Suárez. Para ello, la Fundación Valpuesta ha decido aumentar el número de patronos de cara a la inclusión de nuevos mecenas que ayuden al desarrollo de un municipio que para muchos es algo más que la posible cuna en la que comenzara a mecerse la lengua de Miguel de Cervantes.
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