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Las espectaculares crestas calizas de la Sierra de Arcena, un enérgico relieve montañoso a caballo entre las provincias de Álava y Burgos, presiden el profundo y recóndito valle de Valderejo. Este privilegiado espacio, que está protegido bajo la figura de parque natural, se ha convertido en un auténtico paraíso para los amantes del senderismo.
De las numerosas rutas que se pueden efectuar por su territorio, la más llamativa y completa es, sin duda, la que discurre por el desfiladero del Purón. El río, en el camino hacia su cercana desembocadura en el Ebro, ha logrado abrirse hueco entre la gran masa de calizas, margas y tobas que conforman esta sierra, dejando a su paso un reguero de bellas cascadas y estrechas angosturas.
La señalizada ruta a pie comienza a la salida del pueblo abandonado de Ribera —su iglesia todavía conserva unas interesantes pinturas murales del gótico lineal—, donde se debe tomar el camino que corre paralelo al río Purón. Tras atravesar unos pastizales y cruzar un bosque de quejigos, el sendero se encuentra con la espectacular barrera formada por los apuntados acantilados de la peña de Carrias.
Para salvar esta dificultad orográfica hay que introducirse en el estrecho desfiladero excavado por el río, una escarpada garganta donde reina un microclima especial, lo que ha favorecido el desarrollo de un bosque mixto en el que conviven, entre otras, muchas y variadas especies arbóreas, como tilos, avellanos, sauces, acebos, hayas, tejos, quejigos, carrascas, enebro y sabina negra.
El camino continúa siempre paralelo al curso fluvial, que en esta zona se precipita en llamativos saltos y se remansa en tranquilos pozos de aguas verdosas en los que viven la trucha común y el gobio, un raro representante de la fauna ictiológica.
Tras un pequeño descenso se llega a una revuelta del camino desde donde se divisa una cascada de más de 30 metros. A partir de este punto las calizas se alternan con tobas y margas, configurando así un relieve variado y de fuertes contrastes.
El río aparece ahora encajado profundamente en las blandas y potentes formaciones tobáceas, donde se observan tubos y otros restos de estructuras orgánicas, principalmente de tipo vegetal, como ramas, raíces y hojas, alrededor de las cuales se depositaba el carbonato cálcico a modo de capas concéntricas sucesivas.
En las zonas abiertas y soleadas de la garganta crecen abundantes el boj, cuya madera se emplea en la zona para elaborar objetos de artesanía, y la sabina negra.
A partir de aquí, el camino asciende suavemente y se ve flanqueado por el bosque que cubre las laderas de la sierra de Arcena.
Encinas, enebros, quejigos, sabina negra, gayuba, brezo, tomillo y boj forman una densa y casi impenetrable masa forestal, en la que encuentran refugio un buen número de representantes de la fauna salvaje.
Entre los mamíferos destacan el jabalí, el corzo, el gato montés, la gineta, el tejón y la marta. Las aves están representadas por pequeños pájaros, como el papamoscas gris y el torcecuello, y por rapaces, como el halcón abejero, el ratonero, el gavilán, el cárabo y el escaso y gran búho real.
Al llegar a una pronunciada curva, el río se introduce en una nueva, angosta y larga garganta de paredes verticales. En las pequeñas oquedades, erosionadas por el agua en la caliza, aparecen distintas especies de helechos, entre las que destacan el culandrillo de los pozos y el ombligo de Venus. También se pueden localizar dos típicas plantas carnívoras, la drosera y la grasilla, que suplen la escasez de nutrientes capturando una serie de diminutos insectos.
Tras atravesar otra zona despejada, presidida por unos desafiantes cortados calizos en los que anidan varias decenas de buitres leonados, algunos alimoches y una pareja de águilas reales, se entra en la provincia de Burgos y se alcanza la última garganta del recorrido.
Al final de la misma son visibles los restos de un puente que formaba parte de una importante calzada romana, una de las rutas de repoblación que utilizaron los foramontanos durante los siglos IX y X.
En sus alrededores se ha localizado un extenso yacimiento romano que defendía este estratégico paso conocido como Las Puentes. A la salida de este último pasillo rocoso, el Purón se abre a las amplias campas de Herrán, desde donde lo mejor es emprender el regreso hacia Ribera.
Una vez en el pueblo, es aconsejable desplazarse por carretera hasta la cercana localidad de Lalastra, lugar en el que se puede visitar el interesante y didáctico Centro de Interpretación del Parque Natural de Valderejo.
Las espectaculares crestas calizas de la sierra de Arcena, un enérgico relieve montañoso a caballo entre las provincias de Alava y Burgos, presiden el profundo y recóndito valle de Valderejo. Este privilegiado espacio, que está protegido bajo la figura de parque natural, se ha convertido en un auténtico paraíso para los amantes del senderismo.
De las numerosas rutas que se pueden efectuar por su territorio, la más llamativa y completa es, sin duda, la que discurre por el desfiladero del Purón. El río, en el camino hacia su cercana desembocadura en el Ebro, ha logrado abrirse hueco entre la gran masa de calizas, margas y tobas que conforman esta sierra, dejando a su paso un reguero de bellas cascadas y estrechas angosturas.
La señalizada ruta a pie comienza a la salida del pueblo abandonado de Ribera —su iglesia todavía conserva unas interesantes pinturas murales del gótico lineal—, donde se debe tomar el camino que corre paralelo al río Purón.
Tras atravesar unos pastizales y cruzar un bosque de quejigos, el sendero se encuentra con la espectacular barrera formada por los apuntados acantilados de la peña de Carrias.
Para salvar esta dificultad orográfica hay que introducirse en el estrecho desfiladero excavado por el río, una escarpada garganta donde reina un microclima especial, lo que ha favorecido el desarrollo de un bosque mixto en el que conviven, entre otras, muchas y variadas especies arbóreas, como tilos, avellanos, sauces, acebos, hayas, tejos, quejigos, carrascas, enebro y sabina negra.
El camino continúa siempre paralelo al curso fluvial, que en esta zona se precipita en llamativos saltos y se remansa en tranquilos pozos de aguas verdosas en los que viven la trucha común y el gobio, un raro representante de la fauna ictiológica.
Tras un pequeño descenso se llega a una revuelta del camino desde donde se divisa una cascada de más de 30 metros.
A partir de este punto las calizas se alternan con tobas y margas, configurando así un relieve variado y de fuertes contrastes. El río aparece ahora encajado profundamente en las blandas y potentes formaciones tobáceas, donde se observan tubos y otros restos de estructuras orgánicas, principalmente de tipo vegetal, como ramas, raíces y hojas, alrededor de las cuales se depositaba el carbonato cálcico a modo de capas concéntricas sucesivas.
3 thoughts on “El desfiladero del río Purón, un espacio privilegiado a caballo entre Burgos y Álava”
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