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IÑIGO MUÑOYERRO
El valle de Valpuesta es tierra de Castilla incrustada en Valdegovía (Álava). Una zona cubierta por un extenso bosque mixto de pinos, robles y encinas que esconde dos pueblos: Mioma, el más alejado, donde termina la carretera, y Valpuesta -la Vallis Posita latina-, que da nombre al enclave.
Estamos en un territorio habitado desde muy antiguo, cuya historia más reciente comienza en el año 804 con la edificación por el Obispo Juan de una colegiata sobre un templo visigótico. Obispado y monasterio, durante casi trescientos años fue centro regulador de otros monasterios e iglesias, y avanzada de la reconquista.
Además, allí se escribieron los cartularios (siglos XI-XIII) que muestran los primeros trazos de la lengua castellana, anteriores incluso a los de San Millán de la Cogolla. La colegiata es una de las joyas de la arquitectura de Castilla y León.
Conserva vestigios románicos. El claustro guarda formas góticas de los siglos XIV y XV. La iglesia, de una sola nave, se cubre con bóvedas también góticas. Y las vidrieras son obra del flamenco Arnao de Flandes.
Hasta aquí la historia de Valpuesta, un pueblo solitario, lleno de vestigios de otras épocas: torreón, algún lienzo de muralla, la casa del Inquisidor, etc. Sobre la plaza de la colegiata se aprecia (izq.) la mole triangular y oscurecida por los pinos de Terreros, nuestro objetivo.
Salimos de la plaza (634 m.) por carretera en dirección a Mioma, hasta un primer cruce (0h.12′). Una pista (GR-1) arranca por la izquierda, pasa el arroyo, caudaloso en primavera, cruza una valla y coge altura entre pinos, robles y encinas. Deja atrás una encrucijada (0h.17′) y tras superar un tramo muy pendiente, nos deja en el collado (0h.40’/770 m.). Vistas sobre el pueblo de Pinedo.
Encontramos una doble barrera que superamos para seguir (izq.) una pista descendente, sombreada por pinos, que nos deja en un nuevo cruce. Allí volvemos a enlazar con el GR-1 (izq.). Es el antiguo camino entre Basabe y Valpuesta.
Remontamos (izq.) al collado de Campancho (0h.50’/780 m.) para una vez en él, encarar la subida a Terreros que se adivina, más que se ve, frente a nosotros. Está cubierto hasta arriba por un tupido bosque pinar donde se asoman algunos acebos.
Para ello seguimos una senda estrecha y bien pisada que se pierde casi al final. Es una trepada en toda regla que lleva hacia un paso, el único que permite superar la muralla caliza que protege Terreros. Tras subir el zócalo, nos cierra el paso una alambrada que rebasamos por donde nos sea más cómodo.
Los pinos nos impiden distinguir la cima, que se encuentra al final del llano cimero (izquierda). Está protegida por unas encinas y señalada por un buzón muy curioso del CM Santidrián (1h.20’/917 m.), fechado 20-9-2002. Está junto a la alambrada divisoria entre municipios y comunidades: Euskadi y Castilla y León.
Sin panorama.
Unas cintas de plástico atadas a los pinos nos señalan el camino de bajada hacia San Zadornil. Si nuestra intención es retornar a Valpuesta, desechamos esta opción. Para ello volvemos al paso que nos ha permitido superar el escalón (importante, porque no hay otro) y muy pronto estamos en el primer collado (1h.55′) y en el segundo (2h.00′). Desde este rellano se puede ascender a Rodil (35′ adicionales) o bajar a la carretera de Valpuesta (2h.30′).
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