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Trus era verde. Nunca supo por qué sus padres le habían puesto un nombre tan ridículo. Sonaba a nombre de perro marciano. Pero, no era un perro. ¿Dónde has visto un perro verde? Era un marciano. Un auténtico marciano verde. Y tenía una misión.
Trus tenía que volver a la tierra y ver cómo evolucionaba su banco de pruebas. Estaba haciendo un experimento. Quería saber qué ocurría si ponías un poco de orden en un planeta primitivo. Había empezado hace más de 1200 años, lo que en Marte dura un curso escolar. Y ahora se moría de ganas por ver cómo avanzaba la cosa.
Era el año 803, en el calendario terrícola. Llegó a un punto de la tierra que para él resultaba especial: el valle de Valdegobia y lo que ahora se conoce como Valpuesta. E instaló allí a un humano. En realidad era un marciano, de nombre JU4N, al que dotó de apariencia humana.
Le encargó que se hiciera pasar por un lugareño y fuera creando los mecanismos necesarios para que todos los habitantes de la zona pudieran comunicarse entre ellos. Creía que si los terrícolas, por primitivos que fuera, podían dialogar, llegarían a acuerdos. Y que por medio del diálogo y el acuerdo, trabarían juntos en la prosperidad común. Y que esa prosperidad terminaría por componer algo que, hoy en día, en la tierra, se llama desarrollo (o civilización).
Por aquel entonces, en el planeta Tierra, todos iban a su bola. Plantaban, cazaban, comían, dormían… Pero cada cuál únicamente se preocupaba de lo suyo.
Era imposible que avanzaran, porque no sabían trabajar juntos. El más tonto de todos (siempre hay alguien que destaca), era uno que trataba de plantar txakoli en terreno castellano. Se le relacionaba con la dama más trastornada de la manada, que veía conspiraciones y enemigos por todas partes. Trus le encargó a JU4N que no interactuara con estos dos. Estaba seguro de que miles de años después, por mucho que lo intentara, iban a seguir siendo los más tontos del valle.
Pero el resto sí podía merecer la pena. Y había que intentarlo.
JU4N se tomó ciertas licencias al principio. Las consideraba base para su éxito futuro. Para empezar, se puso un título importante. Quería que el resto de la sociedad le tomara en serio a pesar de ser un recién llegado. Por eso se nombró a sí mismo obispo. El obispo JU4N. ¿Acaso no había llegado del cielo? Pues eso.
Después, decidió que no le iba mucho eso de vivir en cuevas. Y convirtió en catedral esa pequeña ermita que había en lo alto del camino.
A partir de ahí, todo le resultó sencillo. Era obispo, tenía capacidades lingüísticas y carácter para conversar con todo el mundo. Y todos venían a hacerles regalos y ofrendas, porque era el obispo, y más vale llevarse bien con el obispo.
A JU4N le resultaba sencillo empatizar con los lugareños. ¡Eran tan primitivos!
Para empezar, puso a otro marciano a realizar las tareas de ayuda. El marciano 3N3K0, para quien construyó una casa torre frente a la colegiata, le escribía todas las ofrendas que el pueblo le iba haciendo. Pero JU4N le exigió a 3N3K0 que escribiera todo en un idioma común. Y después pidió a la gente de la zona que leyera el texto. Así pues, la gente se fue acostumbrando a utilizar esa lengua común que imponía (sin imponer) el obispo JU4N. Y así fue naciendo una nueva lengua, el castellano, común a todos los habitantes de la zona.
Ahora estamos en el año 2014.
J4AN y 3N3K0 esperan la llegada de Trus, degustando un fantástico patxaran que les había obsequiado L0R3N20(ese otro marciano que intentó que Valpuesta progresara en base a la generación de infraestructuras -agua corriente, luz, teléfono, calles asfaltadas- y políticas colaborativas, en las que todo el pueblo participaba en la generación de riqueza).
L0R3N20 no había sido capaz de conseguir que todo el pueblo trabajara junto por el bien común, pero regresó a su jubilación dorada en Marte después de producir dos millones de litros del mejor patxaran que se recueda, y orgulloso del trabajo realizado.
Durante la espera, J4AN y 3N3K0 reían a carcajadas. Leían un artículo sobre el origen del castellano. La RAE decía que había nacido en Valpuesta. Y los de San Millán de la Cogolla, erre que erre, que era cosa suya (a ver si les iban a fastidiar el negocio). Si supieran que el castellano había nacido en Marte, les daría a todos un ataque.
Pero además de risas, también había una gran preocupación en JU4N y 3N3K0. Ninguno tenía claro cómo le iban a contar la verdad a Trus.
En su último viaje, Trus se había encontrado a los franceses, asustados y borrachos dentro de la colegiata de Valpuesta, quemándolo todo. Se puso de tan mal humor que decidió mandarlos a morir a Vitoria. Y regresó a Marte envuelto en una gran desazón. ¿Es que el desarrollo no ayudaría a prosperar a ese maldito planeta llamado Tierra?, gritaba entonces… Ahora el panorama no era mejor.
-Hombre, mírales… Aquí seguís, dándole al patxaran.
– Buenas noches, Trus.
El momento de confesar había llegado.
JU4N tomó la palabra. Y no disimuló nada. Le confesó a Trus que lenguaje y desarrollo no servían.
Empezó por los bascones. Ese pueblo que cogió los textos de 3N3K0 y creó un nuevo idioma, llamado Euskara.
– ¡Están locos esos bascones! -espetó 3N3K0-. Inventaron deportes propios, cultura propia. Un club de fútbol que sólo juega con jugadores vascos. ¡Sólo hablan del problema vasco, de competencias y del Estatuto!
– 3NK0 -le interrumpió Trus- El truco de comenzar con temas secundarios lo inventé yo. Al grano, por favor.
– No hay nada que hacer, Trus. Intervino JU4N.
– Estos tipos no son capaces de interactuar. De trabajar juntos por el bien común. 1.450 años después, cada uno sigue yendo a su bola. Todavía se organizan en tribus. En Valpuesta está la tribu del Corzo y la tribu de la Majara. Se pelean entre ellos. Y el lenguaje que les enseñamos sólo sirve para que se insulten y se descalifiquen. Viven en un lugar fantástico. Valpuesta, y el Valle de Valdegobia parecen Port Aventura por la gran cantidad de atractivos que hay. Pero parece que no les vale. Lo intentamos con la Asociación Cultural de Amigos de Valpuesta. Funcionó un tiempo, pero ahora está parada. Les dimos a un artista, LU15, que es capaz de iluminar el claustro de la iglesia dos veces al año con unas obras que quitan el hipo. Tampoco. ¡Si hasta hemos puesto un bar para que se mezclen y reaccionen! Nada funciona.
– ¿Qué me quieres decir, JU4N?
– Que tu experimento, Trus, es una marcianada.
– ¿Nos rendimos, entonces?
– Yo no lo haría, Trus. Esta gente merece la pena.
– ¿Y qué hacemos, entonces?
– Nada. La solución no está en nuestra mano, sino en la suya. Tienen todo a su disposición para cambiar las cosas. Trus, si quieres, tómate un patxaran con nosotros. Veamos cómo termina esto..
– ¿Tenemos patxaran de L0R3N20?
– Seiscientos mil litros.
– Esperemos entonces….
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Relato ganador del Concurso de Relatos oganizado por la Asociación Cultural de Amigos de Valpuesta.
Autor: Asier Ibarrondo
One thought on “Relato de ficción: Marte, cuna del castellano”
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