Los primeros renglones

La datación en el siglo IX de los primeros términos en castellano en Valpuesta es el resultado de siete años de estudio. El director de la investigación explica la publicación.

En los 117 folios del códice intervienen 34 manos distintas, 22 son visigóticas y 12 carolinas.

Artículo de opinión escrito por JOSÉ MARÍA RUIZ ASENCIO en ABC

Valpuesta es en la actualidad una modesta población al norte de la provincia de Burgos, lindando con la alavesa Hermandad de Valdegobía, no lejos de Miranda de Ebro. Desde el siglo IX fue sede de uno de los obispados castellanos hasta que poco antes de 1088, por decisión de Alfonso VI, desapareció para integrarse en la iglesia burgalesa como el más rico de sus arcedianatos, hasta que fue transformado en parroquia por las leyes desamortizadoras del siglo XIX.

Poseía buen archivo, pero apenas si quedan testimonios. De época medieval conservamos unos 20 pergaminos rescatados por los obispos burgaleses del siglo XX con ocasión de visitas pastorales y dos becerros, cartularios o códices diplomáticos, depositados hoy el Archivo Histórico Nacional de Madrid, estudiados y aprovechados por los historiadores españoles desde el siglo XVI.

El más antiguo es conocido como Becerro Gótico porque la mayoría de sus folios están escritos en letra gótica o visigótica; el más reciente recibe el nombre de Galicano o de letra francesa y tiene un menor interés, pues se trata de una copia del Gótico realizada en 1236 por un canónigo valpostano llamado Rodrigo Pérez de Valdivielso.

En el año 1900 el prestigioso hispanista francés L. Barrau-Dihigo hizo una edición muy meritoria de los documentos visigóticos, que desde entonces han sido profusamente utilizados por historiadores y también por filólogos, entre los que cabe señalar al maestro R. Menéndez Pidal que los usó a fondo en sus Orígenes del español. Para conocer la luz, los documentos en carolina o gálica hubieron de esperar hasta 1999 en que fueron publicados por el franciscano Saturnino Ruiz de Loizaga.

El Becerro Gótico

Desde hace unos pocos años el Becerro Gótico de Valpuesta ha empezado a ser aprovechado por filólogos en libros, artículos, ponencias y comunicaciones en congresos y coloquios, como testimonio muy antiguo del nacimiento y primer desarrollo del romance castellano precisamente en el solar de la más antigua Castilla, la del alto Ebro.

Pero el aprovechamiento venía limitado por los grandes problemas de todo tipo que presentaba el Becerro Gótico: número de escribas que intervenían y cronología de cada uno, documentos que carecían de fecha, presuntas falsificaciones sistemáticas, etc. etc.

Don Gonzalo Santonja, director del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, institución entre cuyos fines figura en plano destacado el estudio de los orígenes del castellano, consideró que había llegado el momento de abordar frontalmente el estudio del Becerro Gótico y encargó la investigación a J. M. Ruiz Asencio, J. Ruiz Albi y M. Herrero Jiménez, profesores del Paleografía y Diplomática de la Universidad de Valladolid, avezados en el manejo y edición de documentos en escritura visigótica.

El trabajo se ha prolongado más de lo previsto, pero esta dilación en el tiempo ha permitido llegar a entender qué es en realidad el Becerro Gótico a través de la novedosa línea de investigación aplicada.

El Becerro Gótico no es un cartulario clásico en el que una o dos manos copian los documentos de un archivo para salvaguarda de los originales, mejor administración de los bienes, etc. Esta condición de cartulario clásico la tenían, sin embargo, los primeros 22 folios del Gótico, en los que se copian en limpio a mediados del siglo XI documentos muy antiguos, de mala letra y conservación que están al final del códice.

El resto es simplemente un códice facticio formado por un clérigo del archivo de la Colegiata a fines del XII, encuadernando juntos distintos cuadernos, folios independientes, documentos originales, todos ellos en pergamino, que andaban sueltos por el archivo de la Colegiata, todo lo cual se habría perdido si no hubiera tenido la ocurrencia de hacer con ellos un códice. Hay un cuadernillo que ni siquiera se refiere a Valpuesta sino al monasterio desaparecido de San Pedro y San Pablo de Buezo de Bureba.

El emplazamiento en el códice de los cuadernos y folios se hizo sin orden ni concierto, alternando cuadernos en visigótica con los de carolina, sin atender a cronología, sin respetar ni siquiera el tamaño. Hay cuadernos de tamaño folio, de cuartilla e incluso de octavilla.

En los 117 folios del códice intervienen 34 manos distintas, 22 son visigóticas y 12 carolinas, algunas de las cuales solo escriben unas pocas líneas y otras van saltando de folio en folio aprovechando aquellos en los que se había dejado un espacio en blanco.

Se editan un total de 187 documentos, según la siguiente distribución: 8 del siglo IX; 40 del X; 47 del XI, 90 del XII; y 1 del XIII, añadido éste muy posterior, pues la masa documental se detiene en 1140.

En cuanto al contenido, la investigación puso de manifiesto que los cuadernos principales contienen documentos de donación de cuerpo y alma al atrio de Santa María, es decir, el pago como ofrenda por los servicios funerarios para ser sepultado en Valpuesta. Este carácter de buena parte de los documentos hace que éstos se separen del formulario de los diplomas altomedievales y se conviertan en anotaciones o registros con solo el nombre del difunto y limosna que dio para el sepelio; a veces ni siquiera se pone la fecha, ni testigos, etc.

Se disipa de esta forma la acusación velada expresada por algunos investigadores de que estas anomalías eran los resultados de falsificaciones sistemáticas.

En los 187 documentos editados hay solo tres falsos, dos de los cuales graves: ambos se han atribuido al año 804, y el primero es la historia de la fundación del obispado de Valpuesta por el obispo Juan, y el segundo la confirmación por el rey de Asturias Alfonso II de los límites del obispado y la concesión de una serie de exenciones fiscales y permisos de pasto del ganado de Santa María. Ambas falsificaciones están hechas por la misma persona y se datan a fines del siglo XI o comienzos del XII, y constituyeron todo un éxito. Fernando III confirmó el documento de Alfonso II de

Asturias y sucesivamente todos los reyes de Castilla y León hasta Felipe IV inclusive.

La transcripción que se ofrece en el libro de los documentos –los del Gótico y la copia de éste del Galicano– está orientada a un mejor aprovechamiento por parte de los filólogos, señalando en cursiva las letras que están abreviadas en el original. La obra se cierra con numerosos cuadros e índices, entre ellos uno con todas las palabras que aparecen en los documentos.

Esto en lo que toca al volumen de estudios. Hay un segundo que contiene una reproducción fotográfica a su tamaño del Becerro Gótico.

Todos los documentos pretenden estar escritos en latín, que es la única lengua que se escribe hasta el siglo XIII. Los escribas tenían a su servicio un librito de fórmulas o se aprendían de memoria las partes más frecuentes para redactar los tipos más usuales: compraventas, permutas, donaciones. A veces, sin embargo, se enfrentaban a documentos de los que no tenían modelo que seguir: narración de un pleito, consignación de los topónimos que limitaban la heredad que se vendía, etc. En estos casos, si el escriba no tenía una buena formación latina, lo que es lo normal, procede a escribir tal como hablaba, proporcionando así a los filólogos un verdadero tesoro para el estudio del nacimiento del romance. En este caso, del romance castellano y con testimonios fechados entre el siglo IX y el XII.

No es el Becerro Gótico de Valpuesta el único fondo útil para los orígenes del castellano, aunque sí uno de los principales. Hay otros, como San Salvador de Oña o los Santos Cosme y Damián de Covarrubias, que presentan idéntico interés. El Instituto Castellano y Leonés de la Lengua tiene el propósito de ir ofreciendo a los estudiosos ediciones muy cuidadas de todos ellos. Ya se encuentran en marcha el Becerro de Cardeña, encargado a J. A. Fernández Flórez y S. Serna, y el Becerro de Sahagún, a M. Herrero de la Fuente.

Esta edición de los Becerros de Valpuesta, cuando se encontraba en fase de borrador, y en particular sus transcripciones ya fueron usadas como base por los participantes de un Congreso Internacional que bajo el título Valpuesta en los orígenes del castellano se celebró en Miranda de Ebro en 2008. Y en octubre del presente año se celebró un simposio en la sede del Instituto en el Palacio de la Isla de Burgos con el lema El castellano en los Becerros de Valpuesta.

Las conclusiones de ambas reuniones científicas, en las que participaron especialistas del más alto prestigio, vienen a reforzar la opinión generalizada del extraordinario valor de los documentos valpostanos y pueden resumirse en una de las conclusiones que el citado simposio emitió al finalizar sus sesiones: «Estos Becerros de Valpuesta, junto con otros fondos documentales burgaleses, en especial Oña y Covarrubias, contienen los testimonios más antiguos, por ahora, del romance hablado en Castilla. Consecuentemente Valpuesta, a través de su Becerro Gótico y su Becerro Galicano, es una referencia básica en el estudio de la lengua en su época de orígenes».

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