El primer castellano se escribió en Valpuesta un siglo antes que en ningún otro sitio

Artículo publicado en Diario de Burgos el 8 de febrero de 2010

El Instituto de la Lengua editará antes del verano un detallado análisis de los documentos de la colegiata burgalesa que confirma que es el más antiguo registro escrito de esta lengua

R. Pérez Barredo / Burgos

Una lengua no nace a una hora determinada y en un lugar concreto, menos aún en un sitio cerrado. Es fruto de una evolución que, desde luego, tiene al pueblo -a la calle- como actor principal. Así, responder a la pregunta de cuándo y dónde nació el castellano resulta empresa harto difícil, por no decir imposible. Otra cosa son los registros escritos, los documentos en los que por primera vez aparecen los balbuceos iniciáticos de esta lengua. En este punto concreto sí se puede ofrecer una respuesta, y a partir de ahora con todas las garantías científicas. Los primeros legajos con palabras que ya no son latín, sino una lengua romance que acabará derivando en el castellano, proceden de la colegiata burgalesa de Santa María de Valpuesta, no de San Millán de la Cogolla, emplazamiento riojano que hasta la fecha ostentaba una acreditación por la que en 1997 fue declarada Patrimonio de la Humanidad. Más allá de polémicas localistas, debates estériles, necedades e interesadas banderías -el objetivo no es conseguir un récord Guinnes-, esta afirmación es un hecho constatado (mientras no aparezca un documento más antiguo) que estará perfectamente avalado cuando antes del verano vea la luz el estudio que durante casi seis años han llevado a cabo diferentes especialistas bajo la tutela del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua.

«Estamos ante un momento importantísimo de una historia que no ha hecho más que empezar. No se trata de una publicación más, sino de la edición de unos documentos con un nivel de explicación excepcional. Sabemos que en La Rioja no va a gustar porque es su mito, pero qué le vamos a hacer. Tendrán que estudiar para rebatirlo. Esto no va en contra de nada ni de nadie; al contrario: afortunadamente, amplía nuestro conocimiento. En estos documentos que nos encontramos, afortunadamente y hasta que aparezcan otros, adelantan al menos un siglo (finales del IX-principios del X) las fechas propuestas con anterioridad. Y esto se puede afirmar con rotundidad porque en este estudio lo hemos podido leer mejor. Se trata de un trabajo concienzudo, con los conocimientos que a principios del siglo XXI se tiene sobre el manejo de documentos de esta índole, que son complicadísimos de analizar», señala uno de los coordinadores de esta publicación, el filólogo y profesor de la Universidad de Burgos Antonio Álvarez Tejedor.

La publicación, de 600 páginas, verá la luz antes del verano. Ha sido dirigida por la mayor eminencia en paleología de España, el catedrático de esta disciplina de la Universidad de Valladolid José Ruiz Asencio, junto a Irene Ruiz Albi y Mauricio Herrero Jiménez. Aunque el Cartulario de Valpuesta ya era conocido, Álvarez Tejedor señala que la virtualidad de esta publicación es que en ella aparece toda la documentación completa, un total de 187 documentos de entre los siglos IX y XIII. «Es la primera vez que se hace una lectura fiable de los textos escritos y un conjunto de estudios paleográficos y diplomáticos que si por un lado tienen importancia de tipo histórico, también lo tienen por la información lingüística que poseen. Y es fiable porque hemos contado con la mayor mayor autoridad indiscutible en la materia, quien ha logrado saber cosas, como si de una investigación detectivesca se tratara, como cuántas manos -cuántos escribientes- participaron en la escritura de esos textos y, a partir de ahí, de qué época son. Se ha estudiado uno a uno y se ha llegado a la conclusión de que fueron 34 escribientes distintos. Y se ha hecho sin atender a las fechas que tienen alguno de los legajos, que podrían ser incorrectas o estar falseadas».

Así, cada documento está perfectamente datado -finales del siglo IX, principios del X, etcétera- gracias también a la manera de escribir de cada amanuense. Las palabras que no son latín dejan ver diferencias por ejemplo fonéticas. «Es el caso de ‘piele’ en lugar de ‘pelle’. Ese diptongo es una de las cuestiones que distinguen a algunas lenguas romances. Y también hay estructuras sintácticas que son romance y no latinas». Al contrario de las glosas, estos documentos son básicamente donaciones (de todo tipo) al atrio o la iglesia de Santa María y contratos.

El impacto

Álvarez Tejedor tiene claro que la publicación tendrá un gran impacto científico ya que «podemos decir de verdad muchas cosas con fundamento de causa sobre los orígenes del castellano y en general de los romances. Podemos discutir quién tiene la documentación más antigua. Pero tampoco es una contradicción con lo que sabemos ahora. Nuestro romance tuvo que extenderse en esa franja en torno al Ebro», concluye.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *