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Un reportaje de TXEMA G. CRESPO VITORIA
La visita a Valdegovía, un amplio valle en el occidente de Álava integrado por 30 enclaves de población, se hace más tranquila desde que el alcalde, Patxi Unanua, aseveró tajante que su pueblo no iba a acoger un cementerio de residuos nucleares.
Bastante sufren los vecinos con la cercanía de la central de Garoña, en Burgos.
Así que la tranquilidad ampara el recorrido por estas 21.617 hectáreas que cuentan con un parque natural, Valderejo, una torre medieval convertida en museo, la de los Varona, y un santuario mariano de notable fama, el de Nuestra Señora de Angosto.
Y esto, por citar algunos de sus más conocidos atractivos.
Valdegovía tiene una respetable antigüedad que se remonta a los inicios de la Reconquista y a la época de los monjes repobladores y colonizadores. Su partida de nacimiento queda datada el 21 de diciembre del año 804, según quedó reflejado por escrito en los Cartularios de Valpuesta.
Pero Valpuesta fue sobre todo un lugar monacal, quizás uno de los más importantes de la Edad Media en la zona. El monasterio de Valpuesta (luego convertido en colegiata) fue durante siglos el epicentro de toda una serie de pequeñas iglesias que se conformaban como la referencia espiritual para quienes resistieron los embates de los árabes. Entre estas iglesias destaca la de Tobillas, ya en Valdegovía, considerado el templo más antiguo de Álava.
Era el año 822 cuando el abad Avito llegó al lugar que hoy se conoce como Tobillas para fundar un monasterio, lo que debió impresionar a los lugareños. Llegó nada más y nada menos que con 24 juntas de bueyes, 100 vacas, 80 yeguas, 20 caballos y mulos, 500 ovejas y 24 libros, todo un capital para la época. La iglesia está restaurada y su visita es imprescindible para comprender cómo la torre de los Varona y otras de la zona, como la de Fontecha, no surgen por generación espontánea.
Casi en el centro geográfico del valle, cerca del pueblo de Villanañe, se alza aislado sobre una altura el conjunto histórico-artístico de la Torre y Palacio de los Varona, lugar en el que la familia ha vivido los últimos mil años, hasta que hace un lustro fue cedido a la Diputación de Álava para su reconversión en museo.
La visita merece la pena, aunque sólo sea por disfrutar del foso que rodea a la casa-torre, con un aire medieval verosímil, más que nada porque hace en verdad infranqueable el acceso a la muralla que guarda la torre. Su interior conserva restos de todos estos siglos. La planta baja acoge varias salas dedicadas a situar a la torre en su contexto histórico.
Y la primera planta recupera todo el esplendor de los Varona en los últimos siglos, cuando el lugar dejó de lado toda finalidad defensiva y se convirtió en una estupenda residencia familiar. Aquí la restauración ha sido meticulosa. Los papeles pintados de salones y despachos se han recuperado con mimo, gracias a la colaboración de un equipo de la UPV.
Recrean escenas costumbristas del siglo XVIII. Lo mismo ocurre con los suelos, decorados con azulejos de Manises. Se conserva la capilla familiar, cerca de la habitación en la que se explica la historia de esta familia, cuyo origen se remonta al XI. Rodrígo Varona, el último de su estirpe, sigue viviendo en el palacio, en un apartamento privado.
Es tal la importancia de esta saga en la historia del valle que hay que acudir a su crónica para recuperar el milagro de la virgen de Angosto, patrona de Valdegovía. Como se recogen en los folios 40 y siguientes, el pastorcillo Hernando Martín, en un día de temporal de 1089, cuando se fue a refugiar en un recodo, vio a una niña que había conseguido que las furiosas aguas del río Omecillo se pararan a sus pies.
Llamó a sus vecinos que confirmaron la visión en aquel angosto de una peña, de donde tomó el apelativo la virgen. El monasterio de Angosto es un excelente cierre del recorrido por Valdegovía, pleno de sabor medieval.
El templo original, que fue ampliado en el siglo XIX, es de estilo gótico, tiene una sola nave y un ábside rectangular. Fue construido en la primera mitad del XIV y cuenta con un retablo romanista hermoso y de gran mérito.
Un paseo por el otoño de Valderejo
Cómo llegar: Gaubea se encuentra en el extremo occidental del territorio de Álava, en la linde con la provincia de Burgos. Para llegar hay que tomar la carretera A-2622 que, tras pasar Salinas de Añana y Espejo llega al valle con capital en Villanueva.
Alojamiento: Casas de agroturismo En Lalastra, destaca Valderejo Etxea (947 566087); mientras que en Bóveda se encuentra Herranetxe (945 353182 / 670 234 534) y en Corro, Molino Solapeña 945 353127 / 607 183 619). En Espejo, El Molino-Errotanea (945 351326) y Patxo Etxea (945351016).
En el santuario de Nuestra Señora de Angosto hay servicio de albergue (945 353021).
Comer: desde el restaurante Txako, en Espejo (945 351063) hasta el Lahoz en Valderejo (629 039250), la oferta gastronómica recorre todo el valle, con parada, por ejemplo, en el Gobea de Villanueva (945 353044).
Actividades: Valderejo tiene una media de altitud de unos 900 metros, lo que le hace, además de uno de los valles más altos de Álava, lugar propicio para las nieves y el frío. Está encajonado por las peñas de Vallegrull, Lerón y Carria, y dividido de norte a sur por el río Purón, cuyo cauce forma uno de los paseos más visitados.
Pero el valle posee muchos más encantos, fruto sin duda de la escasa presencia humana. No sólo se conserva una variada masa arbórea (hayedos, encinares, pinares, quejigales, marojales), sino que por sus bosques se pasean animales únicos en el País Vasco como el buitre leonado.
Entre los paseos se puede destacar el que va de Ribera a la localidad burgalesa de Herrán, que, tras pasar por un bosque de hayas y robles, se acerca hasta el desfiladero del río Purón, tantas veces reproducido en fotografía, buque insignia del parque natural de Valderejo.