Valpuesta resurge con el primer castellano

  • Sólo en el año 2008, la cuna del castellano despertó el interés de 12.000 personas que se acercaron a conocerla
  • Tras 14 años de lucha contra la ruina cultural del pueblo, la asociación local cede el testigo a una fundación recién constituida por la Diputación
Artículo escrito por Cristina Ortiz para El Correo.

Sólo una grúa de obra se eleva por encima de la cúpula de plomo que corona la torre de la Colegiata de Valpuesta, cuna sin ninguna duda ya para los paleógrafos del castellano. Pero no siempre fue así en una localidad que cuenta en la actualidad con una decena de vecinos censados.

El ruido de herramientas y el ir y venir de operarios eran sólo silencio y resignación ante el abandono cuando en 1996 la imagen de un templo casi en ruinas, llevó a un grupo de habituales del pueblo a crear la Asociación Cultural Amigos de Valpuesta con un objetivo claro: recuperar parte del esplendor perdido y lograr el reconocimiento general de un lugar del que salieron las primeras palabras escritas en lengua romance.

Así lo han demostrado los estudios de los cartularios Gótico y Galicano, que ahora se guardan en el Archivo Histórico Nacional pero que salieron a finales del siglo IX de esta zona enclavada entre los Montes Obarenes y el parque natural de Valderejo y cuya puesta en valor deberá asumir a partir de ahora la Fundación Valpuesta.

Sus estatutos de funcionamiento fueron aprobados este viernes por el pleno de la Diputación de Burgos, único patrono de la misma junto con la UBU y quien, de momento, asumirá el peso de una tarea que no sólo requerirá voluntad, también dinero.

Pero hasta llegar aquí, son muchas las puertas a las que han llamado los integrantes de la asociación para ir dando los primeros pasos hacia la dinamización de una vida cultural vinculada al patrimonio de la zona. Fue un franciscano Saturnino Ruiz de Loizaga, paleógrafo del Vaticano, el primero en advertirles de la importancia histórica de unos cartularios de los que la asociación, junto con la restauración de la colegiata, ha hecho su buque insignia. Y no ha sido sencillo vencer «el desconocimiento general que había sobre Valpuesta».

Lo han hecho a través de charlas, conferencias, publicaciones… pero sobretodo de la página web www.valpuesta.org, en la que se ha recopilado toda la información que existía hasta el momento. «Fruto de eso, después, ha venido todo», explicó Francisco Blanco, miembro de la asociación.

Incluso las diferentes obras -algunas de urgencia- que están transformando la imagen de una colegiata aún llena de andamios. En fases anteriores ya se arregló la torre con su cúpula y la bóveda del ábside, a la que ahora le toca por segunda vez -la solución de ladrillo y cemento de la primera intervención fracasó- junto con el resto de la cubierta, en la que se están sustituyendo los viejos materiales por tejas, tablones y cerchas de madera.

También lucen espléndidas las vidrieras de tres de los cinco vanos de luz abiertos en la cabecera del templo, pese a que el altar situado delante les resta protagonismo. Aún así no hay duda de su importancia, tras el trabajo de restauración realizado en Segovia, en el taller de Carlos Muñoz de Pablo. Allí estuvieron durante 11 años antes de volver a su lugar de origen en 2006. «Por fin, están en su sitio».

Pero queda mucho por hacer. Hay que recuperar un claustro donde las claves de varias bóvedas se apoyan en improvisadas vigas de obra que más que evitar el derrumbe están provocando desplazamientos y grietas por el desequilibrio de fuerzas. Lo mismo ocurre en los arcos que recorren este pasillo interior, tapiados en parte desde hace demasiados años con ladrillos que ahora acogen grafitis de simbología religiosa.

Unos dibujos realizados a modo de protesta ante el abandono de una zona en cuyo subsuelo están los restos de una iglesia más antigua y que es además lugar obligado de paso para acceder al actual cementerio, situado en el patio interior. «Esperamos que la próxima partida económica vaya destinada a la reforma del tejado del claustro y al afianzamiento del resto de las paredes algo desplomadas», avanzó Blanco.

Pese al estado decadente del conjunto arquitectónico, a la lenta implicación de las administraciones y entidades públicas y a las dificultades económicas que muchas veces se ha encontrado la asociación para sacar adelante publicaciones o CD informativos, lo que nunca ha faltado ha sido interés popular, tanto de personas de a pie como de estudiosos de lengua castellana.

Vecinos y guías
Sólo en 2008 se acercaron hasta Valpuesta, para conocer su historia, 12.000 personas, muchas de las cuales tuvieron de guía a vecinos que voluntariamente dedican su tiempo a mostrar con orgullo su patrimonio. Algo que más aún han conocido a través de la página web. Las cifras son incontestables. En sus dos primeros años -se creó en 2004- tuvieron más de 100.000 visitas y en el pasado ejercicio se contabilizaron unas 25.000. «Han bajado, pero hay que tener en cuenta que es una página estática, no cambia», señaló Blanco.

A partir de ahora esta divulgación le corresponderá a la Fundación. La asociación no abandonará las labores de difusión del nombre de Valpuesta, pero cree que su papel debe ser el de apoyar y no encabezar la tarea de un organismo que, en su opinión, para que funcione y sea efectivo, debería tener su sede social en el pueblo. «Es aquí donde más efectiva podrá ser y mejor se coordinará. Ubicarla en otro sitio sería algo artificial».

Creen que es el modelo que más garantías ofrece para que en un futuro, que esperan no lejano, todo el mundo sitúe Valpuesta en el mapa. «Es fundamental que los académicos y los propios burgaleses sepan que tenemos aquí un lugar muy importante en nuestra historia y, por supuesto, los 400 millones de personas que hablan castellano».

Todo ello debe venir de la mano con nuevas oportunidades de negocio y desarrollo en un zona con escasa actividad y que mira como una gran oportunidad las ayudas del plan Reindus ofertada por Madrid para contrarrestar el impacto del cierre de Garoña. Cualquier actividad vinculada con la lengua, el arte y la naturaleza de los parques en los que están pueden relanzar la zona. «Sólo tenemos que creérnoslo», zanjó.

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